Darwiniana

Foro dedicado a la influencia de las hormigas en la cultura humana a través del tiempo.
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josemary
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Mensaje por josemary »

Charles Darwin tiene esa rara virtud de la claridad. Escribe muy bien y trenza ejemplarmente los argumentos. Con 30 años publica el relato de su travesía de 5 años en el Beagle. Sería un éxito inmediato que, además de halagar su pequeña vanidad, le dio a conocer y le animó considerablemente. Comentará, ya viejo, su profunda convicción en la importancia, incluso por encima de los textos técnicos, de los libros de carácter general capaces de llegar a un público más amplio.

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El Beagle a su paso por el Estrecho de Magallanes

Darwin era un magnífico observador y experimentador. Era minucioso y lo apuntaba todo. Se conservan decenas de miles de cartas, notas, borradores, manuscritos… Es posible seguir el hilo de sus pesquisas, de sus intereses, de sus teorías, de su desarrollo como naturalista, desde sus primeros años hasta su muerte en 1882.

Se cumple este año de 2009 el bicentenario de su nacimiento y los 150 años de la publicación del “Origen de las especies”, su obra maestra. Está en proyecto la publicación en español de todos sus libros: hace poco han salido los volúmenes sobre las orquídeas, las plantas carnívoras, los arrecifes de coral y la variacion de los animales y plantas bajo domesticación…

Y Darwin, claro, se interesó mucho por las hormigas, desde su primera visión maravillada de las Atta en los bosques tropicales de Rio de Janeiro en 1832, hasta sus últimos años paseando por las veredas cercanas a su casa de Down. 50 años de fascinación por la mirmecología tomando notas, haciendo experimentos, carteándose con estudiosos de las hormigas como Forel, Belt, Müller, Lincecum o McCook. Su lectura del libro de Huber, donde se narra el descubrimiento del esclavismo, fue de gran importancia en su larga argumentación evolutiva del Origen de las especies. Darwin se enfrentó a la difícil tarea de explicar convincentemente el origen y evolución de este tipo de comportamientos y del instinto en general.

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Desde aquí, rendir homenaje a este gran naturalista, absolutamente entregado a la investigación, que cambió nuestra concepción de los seres vivos y del mismo hombre.

(De vez en cuando, a ratos perdidos, me he puesto a reunir la documentación darwiniana sobre hormigas: muy dispersa, en gran parte no traducida y a veces incluso sin transcripción desde los originales. A ver si soy capaz de hacer una compilación completa y ordenada cronológicamente. A lo mejor se pueden juntar los trozos del puzle y reconstruir una figura más o menos coherente. Un relato al que ya llamo, en mi imaginación calenturienta, Darwin y las hormigas).
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AlvaroGE
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Mensaje por AlvaroGE »

Charles Darwin, un gran hombre, un gran pensador, observador, investigador, y trabajador, como tu Josemary :wink: .Curiosa información la que siempre nos das, y esta no es para menos.
Deben ser interesantes los relatos que escribió Darwin a cerca de nuestras queridas hormigas.

Gracias por compartir esto con nosotros, animo con tu nuevo relato al que ya llamas, en tu imaginación calenturienta, Darwin y las hormigas :wink: :wink: , mucha suerte. :wink:
El hombre siempre ha mirado hacia el cielo, queriendo saber que hay mas allá. Nosotros miramos al suelo, y hemos encontrado mucho mas de lo que el hombre encontrará mirando hacia arriba.
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josemary
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Mensaje por josemary »

“Mucha suerte…”, me desea AlvaroGE. Pues aquí va una anécdota de hace solo unos días, una anécdota de la impar Administración española.

De la ingente producción epistolar de Darwin se conservan dos cartas en España. Concretamente en el Museo Nacional de Antropología sito en Madrid. Me dirijo una mañana a dicho centro y mantengo la siguiente conversación con una funcionaria (autora de un lujoso volumen sobre el Museo, editado por el Ministerio):

–Buenos días, quería preguntarle por las dos cartas de Darwin que conservan.

–Tiene una copia de una de ellas en una sala del Museo.

–Me refiero a los originales y al borrador de traducción de una tercera carta actualmente extraviada.

–Nuestra directora publicó un artículo sobre las mismas, puede consultarlo en la revista Arbor del CSIC.

–Sí, sí, lo he leido. Lo que deseo es consultar y, en su caso, obtener una reproducción de los originales.

–No se puede.

–Hombre, se puede en cualquier archivo estatal; le reitero mi solicitud concreta y oficial.

–Solicítelo por escrito a la dirección.

–Por supuesto. Otra cosa, por favor: ¿conservan un archivo del Museo, de cuando se fundó a finales del siglo XIX?

–No.

–Pero encontraron hace unos años las cartas de Darwin.

–Aparecieron en un cajón.

–Y conservan también un manuscrito del fundador del Museo, el Doctor Velasco.

–Sí, pero no trata nada de Darwin.

–Me interesaría consultarlo.

–Solicítelo por escrito a la dirección.

–Por supuesto.
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misson
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Mensaje por misson »

:| y yo opositando...... mardito parné en las que nos hace vernos
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Olmo
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Mensaje por Olmo »

Ánimo Josemary, que esa conversación quedará como una anécdota para cuando esté el trabajo final, que cuando menos lo esperemos, ahí estará ;)

Por cierto, tengo entendido que eran las hormigas un gran quebradero de cabeza para Darwin y toda la Teoría de la evolución hasta que llegó Hamilton, mucho tiempo después que él, y pareció poner paz entre los insectos sociales y la selección natural.
"Nosotros, sólo nosotros en la Tierra, podemos rebelarnos contra la tiranía de los replicadores egoístas." Richard Dawkins (El gen egoísta)

Si eres nuevo, lee el Decálogo y las FAQ en pdf.
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josemary
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Mensaje por josemary »

Sí, efectivamente. Darwin mismo lo cuenta en El Origen de las especies. En el capítulo sobre el instinto dedica a las hormigas un apartado sobre las relaciones con los áfidos, otro al esclavismo, y uno final titulado “Objeciones a la teoría de la selección natural aplicada a los instintos: insectos neutros o estériles”. Allí dice:

Pero he de confesar que, con toda mi fe en la selección natural, nunca hubiera esperado que este principio hubiese sido tan sumamente eficaz, si el caso de estos insectos neutros no me hubiese llevado a esta conclusión. Por este motivo he discutido este caso con un poco de extensión, aunque por completo insuficiente, a fin de mostrar el poder de la selección natural, y también porque ésta es, con mucho, la dificultad especial más grave que he encontrado en mi teoría.

Darwin se está refiriendo a la dificultad de explicar la coexistencia de varios tipos de obreras en una misma colonia. En un párrafo anterior esboza una interpretación de la existencia misma de la casta estéril en los insectos sociales:

Por consiguiente, no sé ver gran dificultad en que un carácter llegue a ser correlativo de la condición estéril de ciertos miembros de las sociedades de los insectos: la dificultad descansa en comprender cómo se han acumulado lentamente, por selección natural, estas modificaciones correlativas de estructura. Esta dificultad, aunque insuperable en apariencia, disminuye o desaparece, en mi opinión, cuando se recuerda que la selección puede aplicarse a la familia lo mismo que al individuo, y puede de este modo obtener el fin deseado.

Hubo de pasar un siglo para que William Hamilton (1964) formulara su hipótesis sobre la "selección de parentesco". El impacto fue extraordinario. Edward O. Wilson fue uno de sus primeros promotores, y constituyó para él una de las piezas claves para fundamentar la sociobiología que pronto iba a desarrollar. Como curiosidad histórica, he aquí el relato, en sus propias palabras, de cómo fue fulminado por el célebre artículo del joven doctorando Hamilton:

Leí por primera vez el artículo de Hamilton en la primavera de 1965, durante un viaje en tren de Boston a Miami. En aquellos años, el tren era mi medio habitual de viaje, porque le había prometido a Renee que evitaría todo lo posible los viajes en avión hasta que nuestra hija Catherine tuviera edad escolar. Esta imposición tenía una ventaja: en el caso del viaje a Miami, disponía de dieciocho horas en un departamento privado, preso de mis votos como un fraile cisterciense, sin nada que hacer aparte de leer, pensar y escribir. Durante estos viajes redacté una gran parte de la Teoría de la biogeografía de las islas. Aquel día de 1965, saqué de mi maletín el artículo de Hamilton, en algún lugar al norte de New Haven, y lo hojeé con impaciencia, ansioso por llegar al meollo del asunto y pasar a otra cosa, más familiar y entretenida. La prosa era complicada y el tratamiento matemático algo difícil, pero logré entender a la primera el argumento principal, acerca de la haplodiploidía y la vida colonial. Mi primera respuesta fue negativa. Imposible, pensé, esto no puede ser así. Es demasiado simple. Este tipo no debe saber mucho sobre insectos sociales. Pero la idea me seguía rondando la cabeza por la tarde, cuando transbordé al Silver Meteor en la estación Pensilvania de Nueva York. Mientras rodábamos hacia el sur, a través de las marismas de Nueva Jersey, volví a leer el artículo, esta vez con más atención, buscando el fallo fatal, que yo sabía que tenía que estar en alguna parte. De vez en cuando, cerraba los ojos y trataba de imaginar una alternativa, una explicación más convincente de la abundancia de especies sociales entre los himenópteros y de la fuerza laboral femenina. Seguro que, con todo lo que yo sabía, se me ocurriría algo. Ya había practicado esta forma de crítica en otras ocasiones, y con buenos resultados. Pero esta vez no se me ocurrió nada. A la hora de cenar, mientras el tren se adentraba en Virginia, empecé a sentirme frustrado e irritado. No era posible que ese Hamilton, fuera quien fuera, hubiera cortado el nudo gordiano. Para empezar, no existía ningún nudo gordiano que cortar, ¿de acuerdo? Yo siempre había pensado en el asunto como un bonito tema de historia natural, resultado de mucha evolución accidental. Y, dado que, en mi modestia, me consideraba la primera autoridad mundial en insectos sociales, me parecía muy improbable que pudiera venir otro a explicarme su origen, y mucho menos de un único y limpio plumazo. A la mañana siguiente, mientras dejábamos atrás Waycross y Jacksonville, seguía dándole vueltas al asunto. Cuando llegamos a Miami, a primera hora de la tarde, me di por vencido. Era un converso y me puse en manos de Hamilton. Había experimentado lo que los historiadores de la ciencia llaman un cambio de paradigma.
Aquel otoño asistí a una reunión de la Royal Entomological Society de Londres (cruzando el mar en el Queen Mary), invitado a pronunciar una conferencia sobre el comportamiento social de los insectos. El día antes de mi alocución, busqué a Bill Hamilton. Todavía era estudiante de doctorado y, en muchos aspectos, era el típico académico británico de los años cincuenta: flaco, despeinado, de voz suave y con una forma de hablar lenta y discursiva que parecía un poco fuera de este mundo. Vi que le faltaban los dedos terminales de una mano, perdidos durante la segunda guerra mundial, cuando, siendo niño, intentó llevar una bomba al laboratorio que su padre tenía en un sótano, para utilizarla en caso de invasión alemana. (Su padre era un ingeniero con experiencia en voladuras de rocas, que inventaba bombas para la guardia de reserva británica.) Mientras paseábamos por las calles de Londres, charlando sobre diversos temas de interés común, me contó que había tenido problemas para conseguir que le aceptaran su tesis doctoral sobre la selección de parentesco. Yo sabía por qué: sus mentores aún no habían experimentado el cambio de paradigma.
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misson
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Mensaje por misson »

Gracias por enseñarnos estas cosas Josemary, y suerte con el próximo libro!
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josemary
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Mensaje por josemary »

Gracias misson. Ahora mismo lo de un libro me parece muy lejano y muy complicado, y de verdad que no estoy nada seguro de que pudiera componer una historia de este tipo. Más que nada recojo datos y veo que el tema es bonito. Darwin tuvo muchas facetas, muchas trayectorias. Y creo que esta de las hormigas no ha sido explorada como tal.

Pongo un ejemplo estupendo de este entretenimiento: a Darwin le preocupaba especialmente la existencia de varias formas de obreras netamente diferenciadas en una misma especie (Origen de las especies). La aplicación de la selección natural sería más fácil si hubiera una “gradación insensible” entre las formas extremas de obreras. El mirmecólogo F. Smith le surtió de numerosos ejemplares de Dorylus africanas, de las que Darwin extrajo y preparó las mandíbulas, que a su vez fueron dibujadas por su amigo y gran naturalista J. Lubbock mediante cámara clara. He localizado el documento del dibujo con las mandíbulas seriadas, verdaderamente curioso y bien hecho, junto a otro autógrafo de Darwin en el que sin maña ninguna copió malamente los perfiles mandibulares trazados por su colega.
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Gayo
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Mensaje por Gayo »

Josemary, muchisimas gracias por este y tantos otros post tan interesantes clap
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