Con muchas ganas regreso al foro después de tres largas, larguísimas, terriblemente intensas semanas de "vacaciones" (las comillas no son gratuitas) en casa de mis suegros. En este tiempo, además de sobrevivir a la pandemia y hacer algo parecido a lo que llamábamos Navidades, he tenido tiempo de liarla en Twitter a costa del peluche de mi hija, vivir bajo un eterno aguacero y tener pesadillas con mis pobres hormigas.
Pobres, pobres hormigas.
Como alguno sabe, hace ahora un mes me regalaron un hormiguero tipo sandwich con una colonia pequeñita de Messor. La emoción de volver al mundo de las hormigas me pudo, me vine arriba y no sé cómo (ejem: sí lo sé) acabé también con un hormiguero Naturcolor y una reina (con una nurse) de Camponotus. Todo bien, salvo por el hecho de que una semana después nos teníamos que ir a Bilbao (vivimos en una aldea remota de Burgos). Así que, después de mucho pensarlo, sin saber muy bien qué era mejor (dejarlas en la casa de Burgos tres semanas o llevármelas conmigo), opté por dejarlas aquí. Con agua y comida, en la medida de lo posible.
Efectivamente: "aquí". Porque hoy he vuelto, como he dicho al principio, a la casa de Burgos.
Hemos llegado, he sacado a la niña y a la gata del coche, he encendido la caldera y la chimenea (menos seis graditos teníamos en el exterior), y cuando más o menos nos hemos asentado de nuevo en el hogar, he subido a ver a las hormigas. Dejé a las Messor dentro del hormiguero Natur -en un volquete clásico- y a las Camponotus, aún dentro del tubo pero abierto, dentro del hormiguero de arena.
Claro: con lo que no contábamos era con Filomena.
Por ese motivo, cuando he abierto la caja con mis pequeñas amigas, estaban todas muertas del todo, congeladas, encogidas. La reina Camponotus y su colega, panza arriba todavía en el tubo. La reina Messor, rodeada de hormiguitas muertas, en el mismo sitio donde la dejé. Quedaba agua y comida, pero en esta casa, que al llegar tenía exactamente cero grados en el salón (ni frío ni calor), sé que se ha llegado a estar a menos cinco o menos siete grados. Un auténtico desastre.
Mi mujer y mi hija, conscientes de mi malestar, se han ido a dar un paseo. Yo he decidido limpiar los hormigueros.
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